sábado, junio 30, 2007

Ubuntu!

Hace cerca de dos semanas que instalé en la PC de mi casa una distribución de Linux llamada Ubuntu. ¿Qué significa Ubuntu? Preguntémosle a Nelson Mandela:




Unos comerciales de Linux:
Evolución


Precaución


¿Quieren saber más?


Nos vemos...

martes, junio 26, 2007

Entrevista a Jacques Lacan

Acá dejo una entrevista "inédita" (fue realizada en 1974 y publicada recién en el 2004) al gran Psicoanalista francés Jacques Lacan

Ya en 1974 se hablaba de una "Crisis del Psicoanálisis"...hay gente que no sabe lo que dice...

Lacan: "En diez años máximo, el que me lea hallará todo transparente, como una buena jarra de cerveza"

Emilio Granzotto
Magazine Litteraire


-Cada vez se habla con más frecuencia de la crisis del psicoanálisis. Se dice que Sigmund Freud está obsoleto, la sociedad moderna ha descubierto que su obra no basta para entender al hombre, ni para interpretar a fondo su relación con el mundo.

- Esos son cuentos. En primer lugar, la crisis. No existe tal crisis, no puede haberla. El psicoanálisis aún no ha encontrado sus propios límites. Todavía hay tanto por descubrir en la práctica y en el conocimiento. En el psicoanálisis no hay solución inmediata, sólo la larga y paciente investigación de las razones. En segundo lugar, Freud.

¿Cómo puede decirse que está obsoleto si aún no lo hemos entendido a cabalidad? Lo que sí es cierto es que nos ha dado a conocer cosas completamente nuevas que ni siquiera habríamos imaginado antes de él. Desde los problemas del inconsciente hasta la importancia de la sexualidad, desde el acceso a lo simbólico hasta la sujeción a las leyes del lenguaje.

- Su doctrina pone en tela de juicio la verdad, es una cuestión que nos concierne a todos y cada uno personalmente. Es algo muy distinto a una crisis. Lo repito: estamos lejos de Freud. Su nombre también ha servido para cubrir muchas cosas, ha habido desviaciones, los epígonos no siempre han seguido fielmente el modelo, se han creado confusiones. Tras su muerte en 1939, algunos de sus alumnos también pretendieron ejercer el psicoanálisis de otro modo, reduciendo su enseñanza a una fórmula banal: la técnica como ritual, la práctica restringida al tratamiento de la conducta, y como medio de readaptación del individuo a su entorno social. Es la negación de Freud, un psicoanálisis de comodidad, de salón.

- El propio Freud lo previó. Solía decir que hay tres posiciones insostenibles, tres tareas imposibles: gobernar, educar y ejercer el psicoanálisis. En nuestros días, poco importa quién asume la responsabilidad de gobernar y todo el mundo se cree educador. En cuanto a los psicoanalistas, gracias a Dios, prosperan, como los magos y los curanderos. Proponer a la gente ayudarla significa un éxito asegurado, y la clientela se atropella a sus puertas. El psicoanálisis es otra cosa.

- ¿Exactamente qué?

– Lo defino como un síntoma, revelador de la enfermedad de la civilización en la que vivimos. Ciertamente, no es una filosofía. Aborrezco la filosofía, hace ya mucho tiempo que no dice nada interesante. El psicoanálisis tampoco es una fe y no me gusta llamarlo ciencia. Digamos que es una práctica y que se ocupa de lo que no anda bien. Terriblemente difícil porque pretende introducir en la vida cotidiana lo imposible, lo imaginario. Ha obtenido algunos resultados hasta el presente pero aún no tiene reglas y se presta a todo tipo de equívocos.

No hay que olvidar que se trata de algo totalmente nuevo, bien sea con respecto a la medicina, o la sicología y a sus anexos. Además es muy joven. Freud murió hace apenas 35 años. Su primer libro, La Interpretación de los Sueños, fue publicado en 1900, con muy poco éxito. Se vendieron, eso creo, 300 ejemplares en varios años. Tuvo pocos pupilos, a quienes se les tomaba por locos, y que ni siquiera estaban de acuerdo en la manera de poner en práctica y de interpretar lo que habían aprendido.

- ¿Qué es lo que no anda bien en el hombre de hoy?

– Es ese gran hastío, la vida como consecuencia del curso del progreso. A través del psicoanálisis, las personas esperan aventurarse hasta donde puedan ir arrastrando ese hastío.

- ¿Qué impulsa a la gente a hacerse psicoanalizar?

– El miedo. Cuando le ocurren cosas, incluso cosas que desea, cosas que no comprende, el hombre siente miedo. Sufre por no entender y poco a poco cae en un estado de pánico. Es la neurosis. En la neurosis histérica, el cuerpo enferma de miedo de estar enfermo, sin estarlo en realidad. En la neurosis obsesiva, el miedo mete cosas raras en la mente, pensamientos que no podemos controlar, fobias en las cuales las formas y objetos adquieren significaciones diversas que suscitan miedo.

- ¿Por ejemplo?

– El neurótico se siente obligado por una necesidad tremenda de ir docenas de veces a verificar si un grifo está realmente cerrado. O si una cosa está en su lugar, sabiendo sin embargo con certeza que el grifo está como debe estar y que la cosa está en el lugar donde debe estar. No hay píldoras que curen esto. Hay que descubrir por qué esto nos pasa y saber qué significa.

- ¿Y la cura?

– El neurótico es un enfermo que se cura con la palabra, y sobre todo con su propia palabra. Debe hablar, contar, explicarse a sí mismo. Freud definía el psicoanálisis como la asunción por parte del sujeto de su propia historia, en la medida en que ella está constituida por la palabra dirigida a otro. El psicoanálisis es el reino de la palabra, no hay otro remedio. Freud explicaba que el inconsciente no es tan profundo como inaccesible a un examen profundo de lo consciente. Y decía que en ese inconsciente, el que habla es un sujeto dentro del sujeto, trascendiendo al sujeto. La palabra es la gran fuerza del psicoanálisis.

-¿La palabra de quién, del enfermo o del psicoanalista?

– En el psicoanálisis los términos “enfermo”, “medicina”, “remedio” no son más precisos que las fórmulas pasivas que adoptamos comúnmente. Cuando hablamos de “hacerse psicoanalizar” cometemos un error. Quien hace el verdadero trabajo en el análisis es quien habla, el sujeto analizado. Aunque lo haga de la manera sugerida por el analista quien le indica cómo proceder, y lo ayuda mediante sus intervenciones. Él también proporciona una interpretación.

A simple vista, ella parece dar un sentido a lo que dice el analizado. En realidad, la interpretación es más sutil, tendiendo a borrar el sentido de las cosas por las que sufre el individuo. El objetivo es mostrarle a través de su propio relato que el síntoma, digamos la enfermedad, no tiene relación alguna con nada, que está privada de cualquier sentido posible. Aunque en apariencia es real, no existe.

Las vías por las que procede este acto de la palabra exigen mucha práctica y una paciencia infinita. La paciencia y la medición son los instrumentos del psicoanálisis. La técnica consiste en saber medir la ayuda que se le da al individuo analizado. En consecuencia, el psicoanálisis es difícil.

–Cuando se habla de Jacques Lacan se asocia inevitablemente este nombre con una fórmula, el “regreso” a Freud ¿Qué significa esto?

– Exactamente lo que se dice. El psicoanálisis es Freud. Si se quiere hacer psicoanálisis, hay que regresar a Freud, a sus términos y definiciones, leídos e interpretados en sentido literal. Yo fundé en París una escuela freudiana precisamente con este objetivo. Hace más de 20 años que expongo mi punto de vista: regresar a Freud significa simplemente despejar el terreno de desviaciones y equívocos de la fenomenología existencial por ejemplo, como del formalismo institucional de las sociedades psicoanalíticas, retomando la lectura de la enseñanza de Freud según los principios definidos y enumerados a partir de su trabajo. Releer a Freud quiere decir sencillamente releer a Freud. Quien no lo hace en el psicoanálisis, utiliza una fórmula abusiva.

–Pero Freud es difícil. Y se dice que Lacan lo vuelve francamente incomprensible. A Lacan se le reprocha hablar y sobre todo escribir de una maneta tal que sólo unos pocos adeptos pueden esperar comprender.

– Lo sé, se me tiene por un oscuro que esconde su pensamiento tras una cortina de humo. Me pregunto por qué. A propósito del análisis, repito con Freud que es “el juego intersubjetivo a través del cual la verdad entra en lo real” ¿Acaso no está claro? Pero el psicoanálisis no es cosa de niños.

Mis libros son definidos como incomprensibles ¿Pero por qué? No los escribí para todo el mundo, para que fueran comprendidos por todos. Al contrario, nunca me ocupé en lo más mínimo de complacer a ningún tipo de lector, quien quiera que sea. Tenía cosas que decir y las dije. Me basta con tener un público que lee. Si no comprenden, paciencia. En cuanto al número de lectores, he tenido más suerte que Freud. Mis libros son incluso más leídos, eso me sorprende.
También estoy convencido de que en diez años máximo, el que me lea hallará todo transparente, como una buena jarra de cerveza. Quizá entonces dirán: ‘Este Lacan, que banalidad’”.

– ¿Cuáles son las características del lacanismo?

– Aún es muy pronto para decirlo, ya que el lacanismo todavía no existe. Apenas se siente su aroma, como un presentimiento.

En todo caso, Lacan es un señor que práctica el psicoanálisis desde al menos 40 años y que durante todos esos años lo ha estudiado. Creo en el estructuralismo y en la ciencia del lenguaje. Escribí en mi libro que “a lo que nos lleva el descubrimiento de Freud es a la enormidad del orden en el que hemos entrado, en el que nacimos por segunda vez, si se quiere expresar así, saliendo del estado llamado muy acertadamente infans, sin palabra”.

El orden simbólico sobre el cual Freud basó su descubrimiento está constituido por el lenguaje como momento del discurso universal concreto. Es el mundo de la palabra el que crea el mundo de las cosas, inicialmente confusas en todo lo que está por suceder. Sólo las palabras pueden dar un sentido cabal a la esencia de las cosas. Sin las palabras, nada existiría ¿Qué sería el placer sin el intermediario de la palabra?

Mi idea es que Freud, enunciando en sus primeras obras – La interpretación de los sueños, Más allá del principio del placer, Tótem y tabú- las leyes del inconsciente, fue el precursor de la postulación de las teorías con las cuales unos años después Ferdinand de Saussure abriría la vía a la lingüística moderna. Esta está sometida, como todo el resto, a las leyes del lenguaje. Sólo las palabras pueden engendrarla y darle consistencia. Sin el lenguaje, la humanidad no avanzaría ni un paso en las investigaciones sobre el pensamiento. Este es el caso del psicoanálisis. Cualquiera que sea la función que se le atribuya, agente de sanación, de formación o de sondeo, sólo hay un medio del cual nos servimos: la palabra del paciente. Y toda palabra amerita una respuesta.

– Luego, es análisis en tanto que diálogo. Hay personas que lo interpretan más bien como un sucedáneo de la confesión.

- ¿Pero qué confesión? No le confesamos nada al psicoanalista. Uno se deja llevar a decirle cosas, simplemente, todo lo que nos pasa por la cabeza. Palabras, precisamente. El descubrimiento del psicoanálisis es el hombre como animal hablante. Le corresponde al analista ordenar las palabras que escucha y darles un sentido, una significación. Para hacer un buen análisis, hace falta un acuerdo, la alianza entre el analizado y el analista.

A través del discurso de uno, el otro intenta de hacerse una idea de lo que se trata y descubrir más allá del síntoma aparente el nudo difícil de la verdad. La otra función del analista es explicar el sentido de las palabras para hacer entender al paciente lo que puede esperarse del análisis.

– Es una relación de extrema confianza.

– Más bien un intercambio donde lo importante es que uno habla y el otro escucha. También el silencio. El analista no plantea preguntas y no tiene ideas. Sólo da las respuestas que quiere darle a las cuestiones que suscitan su deseo. Pero al final del final, el analizado siempre va a donde lo lleva el analista.

– Acaba de hablar de la cura ¿Hay posibilidad de curar? ¿Superar la neurosis?

– El psicoanálisis triunfa cuando limpia el terreno, sale del síntoma, sale de lo real. Es decir, cuando llega a la verdad.

- ¿Podría enunciar el mismo concepto de una manera menos lacaniana?

– Llamo síntoma a todo lo que viene de lo real. Y real a todo aquello que anda mal, que no funciona, que se opone a la vida del hombre y al enfrentamiento de su personalidad. Lo real siempre regresa al mismo lugar. Siempre lo encontramos allí, con los mismos rostros. Los científicos tienen razón al decir que nada es imposible en lo real. Hace falta un tupé sagrado para afirmar cosas de este tipo, o bien, como lo supongo, la total ignorancia de lo que se hace y se dice.
Lo real y lo imposible son antitéticos, no pueden ir juntos. El análisis empuja al individuo hacia lo imposible, le sugiere considerar el mundo como es verdaderamente, es decir imaginario, sin significación. Mientras que lo real, como un pájaro voraz, no hace más que nutrirse de cosas con sentido, acciones que tienen un sentido.

Escuchamos repetir que hay que darle sentido a esto o aquello, a sus propios pensamientos, a sus propias aspiraciones, a los deseos, al sexo, a la vida. Pero no sabemos nada de nada sobre la vida. Los sabios se afanan en explicárnoslo.
Mi temor es que por su fracaso, lo real, esa cosa monstruosa que no existe, termine por tomarlo, por arrastrarlo. La ciencia sustituye a la religión y además es más despótica, obtusa y oscurantista. Hay un dios-átomo, un dios-espacio, etc. Si la ciencia gana o la religión, el psicoanálisis está acabado.

– ¿En nuestros días, que relación existe entre la ciencia y el psicoanálisis?

– Para mí, la única ciencia verdadera, seria, a seguir, es la ciencia-ficción. La otra, la oficial, la que tiene sus altares en los laboratorios, avanza a tientas, sin equilibrio. E incluso, comienza a tener miedo de su propia sombra.

Parece que a los sabios les está llegando el momento de la angustia. En sus laboratorios asépticos, en sus batas almidonadas, esos viejos chiquillos que juegan con cosas desconocidas, fabricando aparatos cada vez más complicados e inventando fórmulas cada vez más oscuras, comienzan a preguntarse lo que podrá venir mañana, a dónde nos llevarán finalmente sus investigaciones siempre novedosas. En fin, yo me pregunto ¿y si fuera demasiado tarde? Los biólogos se lo preguntan hoy, o los físicos, los químicos. Para mí, están locos. Aunque ya están en el proceso de cambiarle el rostro al universo, sólo ahora, en el presente se les ocurre preguntarse si por casualidad esto no podría ser peligroso ¿Y si todo saltara? ¿Si las bacterias cultivadas tan amorosamente en los blancos laboratorios se transformaran en enemigos mortales? ¿Y si el mundo fuera barrido por una horda de estas bacterias con toda la mierda que lo habita, comenzando por esos sabios de los laboratorios?

A las tres posiciones imposibles de Freud, gobierno, educación, psicoanálisis, yo le agregaría una cuarta, la ciencia. Salvo que los sabios no saben que su posición es insostenible.

– Esa es una visión bastante pesimista de lo que llamamos progreso.

– No, es otra cosa. No soy pesimista. No pasará nada. Por la sencilla razón de que el hombre es un bueno para nada, ni siquiera es capaz de destruirse a sí mismo. Personalmente, me parecería maravillosa una calamidad total producida por el hombre. Esa sería la prueba de que ha llegado a hacer algo con sus manos, su cabeza, sus intervenciones divinas, naturales o de otra especie.
Todas esas bellas bacterias sobrealimentadas por diversión, diseminadas en el mundo como las langostas de la Biblia, significarían el triunfo del hombre. Pero eso no sucederá. La ciencia atraviesa, afortunadamente, por una crisis de responsabilidad, todo entrará en el orden de las cosas, como se dice. Yo lo anuncié: lo real tomará la delantera, como siempre. Y nosotros seremos como siempre dichosos.

– Otra paradoja de Jacques Lacan. Se le reprocha, además de la dificultad del lenguaje y oscuridad de los conceptos, los juegos de palabras, las bromas del lenguaje, los retruécanos a la francesa, y precisamente, las paradojas. Quien lo escucha o quien lo lee tiene el derecho a sentirse desorientado.

– De hecho, ya no bromeo, digo cosas muy serias. Me sirvo solamente de la palabra como los sabios de los que he hablado se sirven de sus alambiques y de sus instalaciones electrónicas. Siempre busco referirme a la experiencia del psicoanálisis.

– Usted dice: lo real no existe. Pero el hombre promedio sabe que lo real es el mundo, todo lo que lo rodea, lo que ve con sus ojos, lo que toca.

– Deslastrémonos también de este hombre promedio que, en principio no existe. Existen individuos, eso es todo. Cuando escucho hablar del hombre común, de fenómenos de masa y de cosas de ese tipo, pienso en todos los pacientes que he visto pasar por el diván en cuarenta años de escucha. Ninguno, en medida alguna, se parece al otro, ninguno tiene las mismas fobias, las mismas angustias, la misma manera de relatar, el mismo miedo de no entender. El hombre promedio ¿quién es ese? ¿Yo, usted, mi conserje, el presidente de la república?

– Hablábamos de lo real, del mundo que vemos todos.

- Exactamente. La diferencia entre lo real, es decir lo que está mal, y lo simbólico, lo imaginario es decir la verdad, es que lo real es el mundo. Para constatar que el mundo no existe, que no hay mundo, basta con pensar en todas las banalidades que una infinidad de imbéciles creen que es el mundo. Y yo invito a mis amigos de Panorama, antes de acusarme de paradójico, a reflexionar sobre lo que apenas han leído.

– Se diría que usted es siempre pesimista.

– Eso no es cierto. No me clasifico ni entre los alarmistas ni entre los angustiados. Será muy infeliz el psicoanalista que no haya superado el estadio de la angustia. Es cierto, a nuestro alrededor hay cosas horripilantes y devoradoras, como la televisión por medio de la cual una gran parte de nosotros es fagocitada. Pero esto sólo ocurre porque hay personas que se dejan fagocitar, que hasta se inventan un interés por lo que ven.

Luego, hay otros ardides monstruosos igualmente devoradores: los cohetes que van a la luna, las investigaciones en el fondo de los océanos, etc. Todas cosas que devoran. Pero no hay motivo para dramatizar. Estoy seguro de que cuando nos hartemos de los cohetes, de la televisión y de todas las malditas investigaciones al vacío, encontraremos otra cosa de qué ocuparnos. Es una reviviscencia de la religión ¿verdad? ¿Y qué mejor monstruo devorador que la religión? Es una fiestas continua para divertirse durante siglos como ya ha quedado demostrado.

Mi respuesta a todo eso, es que el hombre siempre ha sabido adaptarse al mal. Lo único real que podemos concebir, a lo que tenemos acceso es justamente eso: habrá que buscarle una razón, darle sentido a las cosas, como decimos. De otro modo, el hombre no tendría angustia, Freud no se habría hecho célebre, y yo sería profesor de liceo.

– ¿Las angustias siempre son de esta naturaleza o existen angustias ligadas a ciertas condiciones sociales, a determinadas épocas históricas, a algunas latitudes?

– La angustia del sabio que tiene miedo de sus descubrimientos puede parecer reciente. ¿Pero qué sabemos de lo que ocurrió en otros tiempos? ¿De los dramas des otros investigadores? La angustia del obrero esclavo en la cadena de producción como en la rama de una galera, es la angustia de hoy. O, más sencillamente, está vinculada con las otras definiciones y palabras de hoy.

- ¿Pero qué es la angustia para el psicoanálisis?

– Algo que se sitúa más allá de nuestro cuerpo, un miedo, pero de nada, que el cuerpo, incluido el espíritu, puede motivar. El miedo del miedo, en resumen. Muchos de esos miedos, muchas de esas angustias, al nivel que las percibimos tienen que ver con el sexo. Freud decía que la sexualidad, para el animal hablante que se llama hombre, no tiene ni remedio ni esperanza. Una de las tareas del analista es encontrar en la palabra del paciente la relación entre la angustia y el sexo, ese gran desconocido.

– Hoy en día, cuando el sexo se distribuye por todas partes, sexo en el cine, sexo en el teatro, sexo en la televisión, sexo en los periódicos, en las canciones, en las playas, se dice que las personas siente menos angustia por los problemas ligados a la esfera sexual. Los tabúes han caído, se dice, el sexo ya no da miedo.

– La sexomanía invasora no es más que un fenómeno publicitario. El psicoanálisis es una cosa sería que tiene que ver, lo repito, con una relación estrictamente personal entre dos individuos: el sujeto y el analista. No existe el psicoanálisis colectivo, así como no hay angustias o neurosis de masas.

Que el sexo sea puesto al orden del día en cada esquina, tratado como un detergente cualquiera en los carruseles televisados, no implica ninguna promesa de beneficio alguno. No digo que eso sea malo. No basta ciertamente con tratar las angustias y los problemas particulares. Hay que partir de la moda, de esa fingida liberalización que se nos da, como un bien otorgado desde arriba, por la supuesta sociedad permisiva. Pero no sirve a nivel del psicoanálisis.


Fuente: Un blog...

Para asegurar más la veracidad:
Magazine Litteraire Nro. 428
[Editado 28-01-2010: el link de la Revista no funciona más, dejo este otro link, que tiene una parte del artículo en francés, porque ahora la revista tiene la modalidad "sea miembro premium y podrá acceder a todo el contenido". Artículo en Magazine Litteraire Nro. 428 (parcial)]

¡Salud!

martes, junio 12, 2007

Principios Rectores del Acto Analítico

A aquellos que les pique la curiosidad por el psicoanálisis, les dejo estas palabras de Eric Laurent. Aclaro que el resaltado en verde es mío.


Preámbulo
Durante el Congreso de la AMP en Comandatuba, en el 2004, la Delegada General presentó una "Declaración de principios" ante la Asamblea General. Luego los Consejos de las Escuelas hicieron llegar los resultados de sus lecturas, de sus observaciones y señalamientos. Después de ese trabajo, presentamos ahora, ante la Asamblea, estos Principios que les pedimos adopten.


Primer principio: El psicoanálisis es una práctica de la palabra. Los dos participantes son el analista y el analizante, reunidos en presencia en la misma sesión psicoanalítica. El analizante habla de lo que le trae, su sufrimiento, su síntoma. Este síntoma está articulado a la materialidad del inconsciente; está hecho de cosas dichas al sujeto que le hicieron mal y de cosas imposibles de decir que le hacen sufrir. El analista puntúa los decires del analizante y le permite componer el tejido de su inconsciente. Los poderes del lenguaje y los efectos de verdad que este permite, lo que se llama la interpretación, constituyen el poder mismo del inconsciente. La interpretación se manifiesta tanto del lado del psicoanalizante como del lado del psicoanalista. Sin embargo, el uno y el otro no tienen la misma relación con el inconsciente pues uno ya hizo la experiencia hasta su término y el otro no.

Segundo principio: La sesión psicoanalítica es un lugar donde pueden aflojarse las identificaciones más estables, a las cuales el sujeto está fijado. El psicoanalista autoriza a tomar distancia de los hábitos, de las normas, de las reglas a las que el psicoanalizante se somete fuera de la sesión. Autoriza también un cuestionamiento radical de los fundamentos de la identidad de cada uno. Puede atemperar la radicalidad de este cuestionamiento teniendo en cuenta la particularidad clínica del sujeto que se dirige a él. No tiene en cuenta nada más. Esto es lo que define la particularidad del lugar del psicoanalista, aquel que sostiene el cuestionamiento, la abertura, el enigma, en el sujeto que viene a su encuentro. Por lo tanto, el psicoanalista no se identifica con ninguno de los roles que quiere hacerle jugar su interlocutor, ni a ningún magisterio o ideal presente en la civilización. En ese sentido, el analista es aquel que no es asignable a ningún lugar que no sea el de la pregunta sobre el deseo.

Tercer principio: El analizante se dirige al analista. Pone en el analista sentimientos, creencias, expectativas en respuesta a lo que él dice, y desea actuar sobre las creencias y expectativas que él mismo anticipa. El desciframiento del sentido no es lo único que está en juego en los intercambios entre analizante y analista. Está también el objetivo de aquel que habla. Se trata de recuperar junto a ese interlocutor algo perdido. Esta recuperación del objeto es la llave del mito freudiano de la pulsión. Es ella la que funda la transferencia que anuda a los dos participantes. La formula de Lacan según la cual el sujeto recibe del Otro su propio mensaje invertido incluye tanto el desciframiento como la voluntad de actuar sobre aquel a quien uno se dirige. En última instancia, cuando el analizante habla, quiere encontrar en el Otro, más allá del sentido de lo que dice, a la pareja de sus expectativas, de sus creencias y deseos. Su objetivo es encontrar a la pareja de su fantasma. El psicoanalista, aclarado por la experiencia analítica sobre la naturaleza de su propio fantasma, lo tiene en cuenta y se abstiene de actuar en nombre de ese fantasma.

Cuarto principio: El lazo de la transferencia supone un lugar, el "lugar del Otro", como dice Lacan, que no está regulado por ningún otro particular. Este lugar es aquel donde el inconsciente puede manifestarse en el decir con la mayor libertad y, por lo tanto, donde aparecen los engaños y las dificultades. Es también el lugar donde las figuras de la pareja del fantasma pueden desplegarse por medio de los más complejos juegos de espejos. Por ello, la sesión analítica no soporta ni un tercero ni su mirada desde el exterior del proceso mismo que está en juego. El tercero queda reducido a ese lugar del Otro.
Este principio excluye, por lo tanto, la intervención de terceros autoritarios que quieran asignar un lugar a cada uno y un objetivo previamente establecido del tratamiento psicoanalítico. El tercero evaluador se inscribe en esta serie de los terceros, cuya autoridad sólo se afirma por fuera de lo que está en juego entre el analizante, el analista y el inconsciente.

Quinto principio: No existe una cura estándar ni un protocolo general que regiría la cura psicoanalítica. Freud tomó la metáfora del ajedrez para indicar que sólo había reglas o para el inicio o para el final de la partida. Ciertamente, después de Freud, los algoritmos que permiten formalizar el ajedrez han acrecentado su poder. Ligados al poder del cálculo del ordenador, ahora permiten a una máquina ganar a un jugador humano. Pero esto no cambia el hecho de que el psicoanálisis, al contrario que el ajedrez, no puede presentarse bajo la forma algorítmica. Esto lo vemos en Freud mismo que transmitió el psicoanálisis con la ayuda de casos particulares: El Hombre de las ratas, Dora, el pequeño Hans, etc. A partir del Hombre de los lobos, el relato de la cura entró en crisis. Freud ya no podía sostener en la unidad de un relato la complejidad de los procesos en juego. Lejos de poder reducirse a un protocolo técnico, la experiencia del psicoanálisis sólo tiene una regularidad, la de la originalidad del escenario en el cual se manifiesta la singularidad subjetiva. Por lo tanto, el psicoanálisis no es una técnica, sino un discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, su excepción.

Sexto principio: La duración de la cura y el desarrollo de las sesiones no pueden ser estandarizadas. Las curas de Freud tuvieron duraciones muy variables. Hubo curas de sólo una sesión, como el psicoanálisis de Gustav Mahler. También hubo curas de cuatro meses como la del pequeño Hans o de un año como la del Hombre de las ratas y también de varios años como la del Hombre de los lobos. Después, la distancia y la diversificación no han cesado de aumentar. Además, la aplicación del psicoanálisis más allá de la consulta privada, en los dispositivos de atención, ha contribuido a la variedad en la duración de la cura psicoanalítica. La variedad de casos clínicos y de edades en las que el psicoanálisis ha sido aplicado permite considerar que ahora, en el mejor de los casos, la duración de la cura se define "a medida". Una cura se prolonga hasta que el analizante esté lo suficientemente satisfecho de la experiencia que ha hecho como para dejar al analista. Lo que se persigue no es la aplicación de una norma sino al acuerdo del sujeto consigo mismo.

Séptimo principio: El psicoanálisis no puede determinar su objetivo y su fin en términos de adaptación de la singularidad del sujeto a normas, a reglas, a determinaciones estandarizadas de la realidad. El descubrimiento del psicoanálisis es, en primer lugar, el de la impotencia del sujeto para llegar a la plena satisfacción sexual. Esta impotencia es designada con el término de castración. Más allá de esto, el psicoanálisis con Lacan, formula la imposibilidad de que exista una norma de la relación entre los sexos. Si no hay satisfacción plena y si no existe una norma, le queda a cada uno inventar una solución particular que se apoya en su síntoma. La solución de cada uno puede ser más o menos típica, puede estar más o menos sostenida en la tradición y en las reglas comunes. Sin embargo, puede también remitir a la ruptura o a una cierta clandestinidad. Todo esto no quita que, en el fondo, la relación entre los sexos no tiene una solución que pueda ser "para todos". En ese sentido, está marcada por el sello de lo incurable, y siempre se mostrará defectuosa.
El sexo, en el ser hablante, remite al "no todo".

Octavo principio: La formación del psicoanalista no puede reducirse a las normas de formación de la universidad o a las de la evaluación de lo adquirido por la práctica. La formación analítica, desde que fue establecida como discurso, reposa en un trípode: seminarios de formación teórica (para-universitarios), la prosecución por el candidato psicoanalista de un psicoanálisis hasta el final (de ahí los efectos de formación), la transmisión pragmática de la práctica en las supervisiones (conversaciones entre pares sobre la práctica) Durante un tiempo, Freud creyó que era posible determinar una identidad del psicoanalista. El éxito mismo del psicoanálisis, su internacionalización, las múltiples generaciones que se han ido sucediendo desde hace un siglo, han mostrado que esa definición de una identidad del psicoanalista era una ilusión. La definición del psicoanalista incluye la variación de esta identidad. La definición es la variación misma. La definición del psicoanalista no es un ideal, incluye la historia misma del psicoanálisis y de lo que se ha llamado psicoanalista en distintos contextos de discurso.

La nominación del psicoanalista incluye componentes contradictorios. Hace falta una formación académica, universitaria o equivalente, que conlleva el cotejo general de los grados. Hace falta una experiencia clínica que se trasmite en su particularidad bajo el control de los pares. Hace falta la experiencia radicalmente singular de la cura. Los niveles de lo general, de lo particular y de lo singular son heterogéneos. La historia del movimiento psicoanalítico es la de las discordias y la de las interpretaciones de esa heterogeneidad. Forma parte, ella también, de la gran Conversación del psicoanálisis, que permite decir quién es psicoanalista. Este decir se efectúa en procedimientos que tienen lugar en esas comunidades que son las instituciones analíticas. El psicoanalista nunca está solo, sino que depende, como en el chiste, de un Otro que le reconozca. Este Otro no puede reducirse a un Otro normativizado, autoritario, reglamentario, estandarizado. El psicoanalista es aquel que afirma haber obtenido de la experiencia aquello que podía esperar de ella y, por lo tanto, afirma haber franqueado un "pase", como lo nombró Lacan. El “pase” testimonia del franqueamiento de sus impases. La interlocución con la cual quiere obtener el acuerdo sobre ese atravesamiento, se hace en dispositivos institucionales. Más profundamente, ella se inscribe en la gran Conversación del psicoanálisis con la civilización. El psicoanalista no es autista. El psicoanalista no cesa de dirigirse al interlocutor benevolente, a la opinión ilustrada, a la que anhela conmover y tocar en favor de la causa analítica.

Traducción: Carmen Cuñat

Fuente: AMP Blog

domingo, junio 10, 2007

Sobre el Psicoanálisis

Me parece interesante la visión de personas muy maduras que llegan a definir algo por lo que no es, o mediante aproximaciones por las fronteras de eso que si se dice, deja de ser lo que se quería transmitir. Lean a Jesús intentando explicarle a los que lo escuchaban lo que era para él el "Reino de los Cielos" mediante muchas parábolas. También tenemos el caso de Lao Tse, afirmando:
"El Tao llamado Tao
no es el Tao eterno.
El nombre que puede ser nombrado
no es el verdadero nombre.

El principio del cielo y de la tierra
no tiene nombre."

Tal vez algo relacionado con esto sea lo que entendí de una explicación que le dieron a mi compañera en la facultad de psicología referida a las definiciones; era más o menos así: "Llamamos 'mesa' a una mesa, porque no es el techo, ni un lápiz, ni una carpeta, ni un bolígrafo, ni..." (ni nada que no sea una mesa).

Dejo a continuación un Fragmento del trabajo “Intervención sobre la interpretación”, incluido en Encuentro de Buenos Aires. El efecto mutativo de la interpretación psicoanalítica, compilación de Juan Carlos Stagnaro y Dominique Wintrebert (Ed. Polemos).
Este fragmento lo saqué de Página 12

El que sabe que no sabe lo que dice

Por Jacques-Alain Miller (Psicoanalista. Delegado general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Presidente del Instituto del Campo Freudiano)

Preguntémonos cuáles son los grandes usos de la palabra en el vínculo social. 1) Está la palabra que manda. El que manda habla primero. El otro obedece, se conforma, se somete, hace lo que se le dice. “Ve”, dice el amo, y el servidor va. Así se expresa un antiguo texto babilónico. 2) Está la palabra que comunica, que enseña, que informa, es decir que impone al otro una forma, un estándar, que trasega saberes. Al que recibe le toca conformarse. 3) Y está la palabra que expresa. Bajo sus formas primarias parece desconocer todo destinatario; pero, fundamentalmente, expresarse es dirigirse a otro, quejarse, reivindicar, pedir a otro que tiene lo que a uno le falta, forzar la escucha. Pienso en el alto funcionario ruso puesto en escena por Gogol, que se ofende cuando su subordinado le dirige la palabra: “¿Cómo se atreve? (a hablarme)”. Ya hablarle es insolencia, hacerse escuchar por el potente es ejercer un poder ilegítimo.
Con respecto a esta tripartición, ¿qué vamos a decir de la palabra que interpreta? Como analista, también estoy por estructura en una posición de superioridad. Me solicitan, como iban a Delfos a hacerse descifrar el destino por la pitonisa transportada. Vienen, como a pitonisa, a someter su palabra a mi examen. Un médico dice: “¡Desvístete! ¡Muestra el cuerpo!”. Un analista dice: “¡Habla!”.
Para el solicitante se trata de quitarse todo lo que ata la palabra, de relajar las exigencias del superyó, las inhibiciones, la buena educación; deponer las armas de la palabra que manda, y quedarse solamente con la palabra que demanda, que impone su queja. Por estructura, la interpretación analítica supone la disimetría de los interlocutores. Strachey hace del analista un “superyó auxiliar”, un nuevo trozo de superyó que va contra el superyó ya existente. Lacan, de manera más formalizada, ubica al analista en el lugar del amo.
Pero es un amo que no actúa como un amo. Esa es la paradoja constitutiva del acto interpretativo en el psicoanálisis: el analista dispone del poder de la palabra, y no lo utiliza ni para mandar, ni para enseñar, ni para esculpir al paciente según su propia imagen, ni para comunicar sus emociones y transmitir lo que lo divide. Por supuesto, hace todo esto, pero en tanto preliminar a lo que es su uso propio, peculiar, inédito de la palabra, es decir, interpretar.
Siento la interpretación como una práctica exquisita, que necesitaría de un tacto infinito, que no se confunde para nada con la buena educación. Lacan decía que no se podía analizar a los ricos porque no pueden pagar, pagar con algo que les cueste. Dudo que se pueda analizar a reyes y princesas, si se les debe respeto. Respeto es distancia, mientras que la palabra de interpretación se avecina a lo más íntimo sin respetar el encuadre, la ciudadela que protege a lo más arraigado del síntoma, a la libido que él tiene presa.
Toda interpretación es irrespetuosa, un analista puede ser civil, pero si se detuviera en la buena educación, no funcionaría. Actúa de manera inhabitual, y a veces hasta indelicada, pero con tacto, de manera dosificada, a la medida de lo que el otro puede soportar de la potencia de la palabra. Le corresponde ser delicado en la brutalidad misma de la interpretación, en el paso brusco de la cortesía al irrespeto que no apunta a sacudir al otro sino, en él, al viejo amo que comanda la repetición.
Se podría decir que la palabra de la interpretación se sostiene en un lenguaje que es metalenguaje puesto que toma como referencia, como objeto, la palabra del otro. Pero la estratificación del lenguaje objeto y del metalenguaje sólo es posible en la dimensión del escrito.
En el análisis, el intérprete no habla otra lengua que la del otro.
A la vez, dos locutores jamás hablan la misma lengua. Nunca una palabra tiene exactamente la misma significación para dos, o, por lo menos, la misma resonancia. Es la carga libidinal de las palabras la que determina la significación, y su distribución es siempre singular. Lo que se puede poner como denominador común, es solamente el sin-sentido: emblemas, señales, rituales, palabras vaciadas de significación.
Uno no sabe lo que quiere decir una palabra para el otro, el eco que encuentra en él, la resonancia, y, por esa misma razón, cuando uno habla a otro, nunca sabe lo que uno mismo dice.
Un analista debería ser una excepción. Debería ser el hombre que sabe lo que dice. Era el ideal de Monsieur Teste, de Paul Valéry. Pero seamos más humildes: un analista es el hombre –el ser-hablante– que sabe que nadie sabe lo que dice, el peso, el alcance de lo que dice. Es imposible para un analista refugiarse en un “No quise decir esto” cuando el otro interpreta la interpretación que le ha dado. ¡Es ridículo invocar su buena intención como uno es analista! ¡Invocar su buena fe! Como dice Lacan: “De todos los errores, el de buena fe es el más imperdonable”.
La buena fe supone otro que reconozca que no he deseado esto. El inconsciente significa que tú no sabes lo que deseas, que algo te queda velado para siempre en tu deseo. “Soy de buena fe” se interpreta como “No me hago responsable de las consecuencias”. Esa excusa, esa cobardía no está permitida a un analista. Lo que no sé de mi deseo, me lo enseñan las consecuencias de lo que digo.
“De nuestra posición de sujeto –dice Lacan– somos siempre responsables.” Es una tesis existencialista que se torna irónica en el psicoanálisis: somos responsables sin ser libres. Es decir: nuestras elecciones son forzadas.

sábado, junio 09, 2007

Ocultar el resplandor - Tao Te Ching

...
El cielo dura eternamente, la tierra permanece.
Eternos y permanentes porque no viven para sí mismos.
Por eso son eternos y duraderos.

Es así que el hombre sabio,
al ponerse en el último lugar, es el primero.
No pensando en sí mismo, se mantiene.
No buscando su bien, lo realiza.
...


Esas dos fueron estrofas de la obra Tao Te Ching, atribuida a Lao-Tse.

Es bueno aprender a ser como la hoja de una planta, por la cual se desliza una gota de rocío que, con el tiempo, perfora a la roca.

¡Adelante!

sábado, junio 02, 2007

Catecismo Buddhista

Estuve leyendo durante las dos semanas pasadas un libro de Henry S. Olcott: "Catecismo Buddhista". Debido a que yo asociaba catecismo con lo que conocía (como no podía ser de otra manera), que es lo que cualquiera que haya tomado la comunión conoce (como yo), y también debido a que si el título del libro es ese (no puede estar mal, es correcto, me planteé) busqué en el Diccionario de la Real Academia Española el significado de la palabra catecismo y éstas son las acepciones que arrojó:

1. m. Libro de instrucción elemental que contiene la doctrina cristiana, escrito con frecuencia en forma de preguntas y respuestas.

2. m. Obra que, redactada frecuentemente en preguntas y respuestas, contiene la exposición sucinta de alguna ciencia o arte.

3. m. catequesis (lugar o reunión donde se imparte la doctrina cristiana).


Y me di cuenta que el título del libro estaba usando la segunda acepción de la palabra.

Es interesante el encontrarnos en situaciones como esta, en la que una frase nos desubica, y más interesante es cuando investigamos si la desubicación fue causada porque estaba mal planteada la frase o porque nuestros conocimientos son limitados (¡cuántos no son conscientes de eso! ¡y sin serlo andan por el mundo afirmando cosas que no saben! -eso me incluye-)

Volviendo al tema del libro, de lo que trata el libro, voy a dejar unos pasajes del mismo:

1 PREGUNTA: ¿ A que religión [1] pertenecéis ?

RESPUESTA: A la Buddhista

2 PREGUNTA: ¿Qué es el Buddhismo o Budismo?

RESPUESTA: Es un conjunto de enseñanzas pre­dicadas por el gran personaje llamado Bud­dha [2]

3 PREGUNTA: ¿ Es la palabra" Buddhismo" la más adecuada para esta doctrina?

RESPUESTA: No. Esa palabra sólo es un término occidental. La palabra más adecuada es Bauddha Dharma.

4 PREGUNTA: ¿Llamarais buddhista a una perso­na meramente por haber nacido de padres buddhistas?

RESPUESTA: En modo alguno. Buddhista es aquel que no sólo profesa la creencia en que el Buddha fue el más noble de los Instructores, que cree en la Doctrina que Él predicó y en la Fraternidad de los Arhats, sino que practica Sus pre­ceptos en la vida diaria.

5 PREGUNTA: ¿Cómo se llama un buddhista va­rón, laico?

RESPUESTA: Upasaka.

6 PREGUNTA: ¿ y cómo una mujer buddhista?

RESPUESTA: Upasika.

7 PREGUNTA: ¿Cuándo se predicó primero esta doctrina?

RESPUESTA: Hay algún desacuerdo en cuanto a la fecha exacta; pero según las Escrituras de Ceilán, fue en el año 2513 del presente Kali­ Yuga [3]

8 PREGUNTA: ¿ Dadnos las fechas más importantes de la última vida del Fundador.

RESPUESTA: Nació bajo la constelación Visa en un martes, el mes de Mayo, en el año 2478 del Kali Yuga. Se retiró a las selvas en el año 2506; llegó a ser Buddha en 2513; y, saliendo del circulo de los renacimientos, entró en Paranir­vana en el año 2558, a la edad de ochenta años. Cada uno de estos acontecimientos ocurrió en un día de luna llena, por lo cual se celebran juntos el día del plenilunio del mes de Vaisakha o Wesak, que corresponde al mes de Mayo.

9 PREGUNTA: ¿El Buddha era Dios?

RESPUESTA: No. El Buddha Dharma no enseña que existiera encarnación "divina".

10 PREGUNTA: ¿Fue un hombre?

RESPUESTA: Sí; pero el más sabio, el más noble y el más santo. Se había desarrollado hasta aquel punto en el curso de innumerables nacimientos, poniéndose a la cabeza de todos los demás seres, exceptuando los anteriores Buddhas.

11. PREGUNTA: ¿Hubo otros Buddhas antes de él?

RESPUESTA: Sí, como se explicará más adelante.

12. PREGUNTA: ¿Era Buddha su nombre?

RESPUESTA: No. Buddha es el nombre de una condición o estado de la mente después de haber alcanzado el pináculo de su desarrollo.

13. PREGUNTA: ¿Cuál es su significado?

RESPUESTA: Iluminado, o bien el que tiene la perfecta sabiduría. La palabra pali es Sabbannu, el de Conocimiento ilimitado. En sánscrito es Sarvajña.

14. PREGUNTA: ¿Cuál era, pues, el verdadero nom­bre del Buddha?

RESPUESTA: Siddartha era su nombre real, y Gautama, su nombre de familia. Fue príncipe de Kapilavastu y perteneció a la ilustre familia de los Okkáka de la Raza Solar.

15. PREGUNTA: ¿Quiénes fueron su padre y su madre?

RESPUESTA: El Rey Suddhodana y la Reina Máyá, llamada Maha Maya.



[1] La palabra" religión" es de lo más inadecuado para aplicarla al Buddhismo, que no es una religión, sino una filosofía moral. Pero por el uso, se ha aplicado la palabra para de­signar la doctrina moral especial de los pueblos, y así la emplean en las estadísticas. Los Buddhistas de Ceilán nunca le han dado el significado de lo que implican los europeos en la construcción etimológica de la raíz latina de ese vocablo. En su credo no hay nada que "ligue", en el sentido cristiano, es decir, una sumisión o fusión del yo en un Ser Divino. Su palabra local para designar su relación con el Buddhismo y con el Buddha, es Agama, que es sánscrita pura y significa "aproximarse o llegar". Y como "Buddha" significa iluminación, la palabra compuesta con que designan el Buddhismo, es Buddhagama, que puede traducirse "aproximación o camino a la iluminación". Los misioneros, al encontrar a mano la palabra Agama, la adoptaron como equivalente de "religión"; y ellos llaman al Cristianismo, Christianagama, cuando debía ser Christianibandhana, pues bandhana es el equivalente etimológico de "religión". También a los buddhistas se les llama Vibhajja vada (el que analiza), y Advayavadi. Con esta explicación, continuaré empleando la palabra en favor del lector.

[2] Debe tenerse presente que, en Oriente, Buddhismo sig­nifica la "religión" de Buddha; mientras que Budhismo (con una d), significa Bodha, o Bodhi, sabiduría. (N. del T.)

[3] Empezó el año 3102 (antes de nuestra Era). - N. del T.




¡Que lo aprovechen!

Diego