lunes, octubre 31, 2005

Una lectura de Goethe (Parte I)

Trataré de dar una interpretación a un pasaje de la obra cumbre de uno de los más grandes sabios de todos los tiempos: Johann Wolfgang Von Goethe. La obra es el "Fausto".

"Si el libro FAUSTO, desde el principio hasta el fin, no hace referencia a un estado sublime, épico; si no obliga al lector a remon-tarse por cima de sí mismo, excuso decirlo. Creo sinceramente que una inteligencia despejada, un entendimiento recto y lúcido tendrán que trabajar no poco para hacerse dueños de todos los secretos que he involucrado en mi poema." GOETHE.

Por eso, daré una interpretación, sabiendo que muchas otras son también válidas. ¡Salud a todos los hombres que marchan buscando el camino que lo reuna con su creador!

El pasaje está en las primeras páginas de la Segunda Parte.
En la próxima entrada comenzará mi interpretación.

Aquí les dejo el pasaje...

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PALACIO IMPERIAL
SALA DEL TRONO

(Consejo de Estado aguardando la llegada del EMPERADOR. Trompetas. Cortesanos de todo tipo, lujosamente vestidos. El EMPERADOR llega al trono, a su derecha el ASTRÓLOGO.)

EMPERADOR
Saludo a mis amados y leales que han acudido aquí de cerca y de lejos. Veo que mi sabio está a mi lado, pero ¿dónde ha quedado mi bufón?
NOBLE
Iba junto a la cola de tu manto, pero se cayó por las escaleras. Se llevaron su cuerpo grasiento. No se sabe si ha muerto o estaba borracho.
NOBLE SEGUNDO
De inmediato, con increíble rapidez, ha venido otro a ocupar su lugar. Va muy lujosamente vestido, pero de modo tan grotesco que a todos sorprende. La guardia le ha dado el alto ante el umbral poniéndole en aspa las alabardas; pero ahí llega este loco audaz.
MEFISTÓFELES (Arrodillándose ante el trono.)
¿Quién es el maldecido o siempre bienvenido? ¿Quién el anhelado y siempre rechazado? ¿Quién es siempre puesto bajo protección? ¿Quién es censurado con fuerza y gravemente acusado? ¿A quién no puedes llamar a tu lado? ¿A quién os gusta a todos oír nombrar? ¿Quién se acerca al escalón de tu trono? ¿Quién se ha puesto a sí mismo en entredicho?.
EMPERADOR
¡Por esta vez ahórrate las palabras! Este no es lugar para acertijos; eso es competencia de estos señores... Resuélvelos tú, pues me gustará oír tu solución; mi bufón se fue, me temo que muy lejos. Ocupa su lugar; ven a mi lado.

(MEFISTÓFELES sube y se pone a su izquierda.)

MURMULLOS DE LA MULTITUD
Un nuevo bufón para nuestra desgracia. ¿Cómo vino? ¿Cómo entró? Cayó el viejo y se malogró. Si aquel era un tonel, este es un palillo.
EMPERADOR
Entonces, amados y leales, bienvenidos aquí qué, procedentes de cerca y de lejos, os habéis congregado bajo una buena estrella en la que está escrita nuestra suerte y nuestra dicha. Pero pregunto: ¿por qué en estos días, en que nos despojamos de nuestras preocupaciones, nos ponemos máscaras y sólo querernos distraernos confiadamente, tenemos que torturarnos reuniéndonos en Consejo? Pero si decís que no cabe otro remedio y así se ha dispuesto, así sea.
CANCILLER
La suprema virtud adorna como una aureola la cabeza del emperador. Sólo él puede ejercerla convenientemente: es la justicia, la que todos aman, exigen, desean y a la que difícilmente renuncian. Depende de él que esta se le garantice al pueblo. Pero ¿de qué sirven la razón humana, la bondad de corazón y la buena voluntad cuando todo el Estado está en febril desolación y cada mal da lugar a nuevos males? A aquel que desde esta alta sala divisa el Imperio le parece encontrarse en una pesadilla en la que los engendros crean nuevos engendros. La ilegalidad campa legalmente por sus respetos desplegando un mundo de terror.
Aquel roba un rebaño y aquel otro una mujer o el cáliz, la cruz y los candelabros de los altares, y se jacta de su robo durante algunos años con el pellejo a salvo y el cuerpo intacto. Ahora van los demandantes al tribunal, el juez se pavonea en su escaño mientras sube en colérica riada el creciente tumulto del desorden. Uno puede alardear de vergüenza y crimen y otro encuentra apoyo en su cómplice y se oye la sentencia «culpable» donde la inocencia, sola, se defendía. El mundo entero se está haciendo pedazos y se aniquilará lo que está bien. ¿Cómo podrá desarrollarse el único sentido que nos llevará ante lo justo? Hasta el hombre de bien acabará inclinado a la adulación y el soborno, y el juez, que no es capaz de castigar, acabará aliándose con el criminal. Lo pinto todo negró, pero me gustaría aún echar más negro en mi pintura. (Pausa.) No se puede dejar de tomar medidas cuando todos dañan, todos sufren y hasta se pierde la grandeza.
MARISCAL DE LOS EJÉRCITOS
¡Qué furia en estos días de locura! Todos quieren herir y, sin embargo, son heridos, pero hacen oídos sordos a las órdenes. El ciudadano del burgo, tras las murallas, y el noble, en su nido de roca, se han conjurado para hacernos frente y mantienen sus fuerzas con firmeza. El mercenario se impacienta, exige su paga con destemplanza y si no le debiéramos nada, huiría corriendo de aquí. Si a alguien se le ocurre prohibirles lo que quieren, es como si agitara un avispero. Y, mientras, el Imperio que tendrían que proteger queda asolado y devastado. Se les ha dejado desatar su furia destructora y ya la mitad del mundo está malograda. Es verdad que hay reyes, pero todos actúan como si el asunto no les afectara.
TESORERO
¿Y quién puede fiarse de los aliados? Los subsidios que nos prometieron se han quedado tan estancados como el agua de las cañerías 9. Y por lo demás, ¿qué ha sido de la propiedad en vuestros vastos dominios? Por todas partes surgen usurpadores que quieren vivir por su cuenta y ¡hay que ver cómo lo logran! Hemos renunciado ya a tantos derechos, que casi no nos quedan. Tampoco son muy de fiar los partidos -que así se hacen llamar-, lo mismo si censuran que si alaban es indiferente su odio o su amor. Tanto los gibelinos como los güelfos se ocultan para tomarse un respiro; ¿quién se ocupa hoy de su vecino? Cada cual tiene suficiente con lo suyo. Las puertas del tesoro público están condenadas. Todos cavan, hurgan y reúnen, pero nuestras arcas permanecen vacías.
SENESCAL
¡Qué desgracias he de sufrir yo también! Todos los días trato de ahorrar, pero al día siguiente tengo que ahorrar aún más y así va creciendo mi preocupación. Los cocineros no sufren privaciones: jabalíes, venados, liebres, corzos, pavos, gallinas, gansos y patos. Los pagos en especie, que siempre son ingresos seguros, se reciben regularmente, pero al foral siempre falta vino, y eso que antes en las bodegas amontonábamos barril contra barril de las mejores viñas y vendimias. Mas ahora el eterno empinar el codo de los nobles acaba hasta con la última gota. Hasta el concejo despacha de sus bodegas, se bebe con grandes copas y con cazos y el festejo se celebra bajo la mesa. Luego yo tengo que pagarlo todo y el judío no me perdona nada. Él me concede anticipos que año tras año se devoran por anticipado. Los cerdos no llegan a estar cebados; ya está empeñado el colchón de la cama y ni el pan que llega a la mesa está pagado.
EMPERADOR (Después de meditar, a MEFISTÓFELES.)
Bufón, ¿tienes tú también desgracias que contarme?
MEFISTÓFELES
De ninguna manera. ¡Es algo maravilloso veros en vuestro esplendor a ti y a los tuyos! ¿Puede faltar confianza donde su Majestad, inexorable, ejerce su fuerza para vencer al enemigo? ¿Qué se tendría que conjugar para nuestra desgracia y para llevarnos a la oscuridad, donde brillan esas estrellas?
MURMULLO
¡Vaya un pícaro!, este sí que entiende... Mentirá mientras pueda... Ya sé lo que esconde... ¿Con qué nos vendrá ahora? Con un plan.
MEFISTÓFELES
¿Dónde no hay carencias en este mundo? A uno le falta esto, al de más allá le falta lo otro y aquí lo que hace falta es dinero. Es verdad que este no se puede sacar del empedrado, pero la sabiduría puede extraer lo más hondo. En filones y en las bases de las murallas hay oro en bruto y acuñado. Y si me preguntáis quién puede sacarlo a la luz, yo os contesto: la poderosa naturaleza y el poderoso espíritu del hombre bien dotado.
EMPERADOR
¡Naturaleza, espíritu!... Así no se les habla a los cristianos. Por decir eso se quema a los ateos, y es que dichos discursos son peligrosos. La naturaleza es el pecado, el espíritu es el diablo, entre los dos engendran la Duda, su híbrida hija ¡No es así entre nosotros! El Imperio sólo cría en sus tierras dos linajes, que sustentan dignamente su trono: los santos y los caballeros. Estos soportan todas las tormentas y por ello reciben en pago el Estado y la Iglesia. A ellos les hace resistencia la mente plebeya con sus confusos espíritus, de ahí salen los herejes y los brujos que arruinan las ciudades y los campos. Con tus bromas quieres infiltrarlos en estas altas esferas. Te unes a corazones tan degenerados porque tu locura está cercana a la suya.
MEFISTÓFELES
Así se reconoce a los sabios. Cuando no palpáis algo, es que no está aquí. Lo que no podéis agarrar no existe. Lo que no podéis calcular creéis que no es verdadero. Lo que no podéis poner en la balanza no tiene peso para vosotros. Sólo creéis que vale lo que acuñáis.
EMPERADOR
Con eso no arreglaremos nuestros problemas, ¿de qué nos sirve tu sermón cuaresmal? Estoy harto de escuchar «cómo» y «cuándo»; que falta dinero, pues, muy bien, ¡consíguelo!
MEFISTÓFELES
Conseguiré lo que queréis y mucho más. Aunque es fácil, lo fácil es difícil. El dinero está ahí y es fácil de obtener, pero para ello hace falta un arte y ¿quién será capaz de ponerlo en práctica? Pensad en los tiempos catastróficos, cuando riadas de gente inundan los países, ha habido muchos que, asustados, han dejado por aquí y por allá escondidos sus bienes más preciados. Así pasaba con los romanos y así ha ocurrido hasta la fecha. Todo esto se halla enterrado bajo el suelo y, como el suelo es del emperador, todo debe pasar a ser de su propiedad.
TESORERO
Para ser un bufón habla muy bien, esa es una prerrogativa imperial por tradición.
CANCILLER
Satán os tiende sus lazos con el oro. ¡No se consigue nada siendo piadoso y justo!
SENESCAL
Si a la corte nos trae dones preciados, gustoso acepto un poco de injusticia.
MARISCAL DE LOS EJÉRCITOS
¡Astuto bufón!, ofrece algo que a todos puede ser útil. No será el soldado quien pregunte por su origen.
MEFISTÓFELES
Y si creéis que os engaño, preguntad al astrólogo: él entiende. Él es capaz de encontrar en las esferas de los astros las horas y las casas astrales. Preguntadle, pues, qué ve en los cielos.
MURMULLOS
Son dos granujas, ya están de acuerdo... El loco y el visionario tan cerca del trono... Esta es una vieja canción, el loco hace de apuntador en el discurso del sabio.
ASTRÓLOGO (Habla mientras MEFISTÓFELES va apuntándole.)
El mismo Sol es oro puro. Mercurio, el enviado, nos sirve con mercedes y premios. La mujer, Venus, os ha embelesado a todos al miraros con dulzura tanto de día como por la noche. La casta Luna tiene un humor cambiante. Marte no os hiere, pero os amenaza. Y Júpiter tiene el más bello fulgor. Aunque Saturno sea grande, es pequeño y distante a la vista, además no lo apreciamos mucho como metal, pues es poco valioso y muy pesado. Cuando la Luna se reúne sutilmente con el Sol y se convierten en oro plateado, en el mundo reina la serenidad. Todo lo demás puede conseguirse: palacios, jardines, mejillas rojas, pechos juveniles. Todo está al alcance del hombre sabio, que puede más que nadie entre nosotros.
EMPERADOR
Escucho con redoblada atención y, sin embargo, no me convence.
MURMULLOS
¿Qué nos importa? Esto es una diversión gastada. Tanto calendarito, tanta alquimia de pacotilla. Ya he oído esto muchas veces. Ya he confiado vanamente en ello. Y si viene ese sabio, seguro que es un loco.
MEFISTÓFELES
Ahí están todos pasmados en torno. No confían en el gran hallazgo. Uno delira hablando de la mandrágora, otro del perro negro. Uno hace chistes pase lo que pase, otro le echa la culpa de todo a la brujería y no le importa que le piquen las plantas de los pies y note que le falte el paso firme. Todos sentís algún influjo oculto de la siempre dominante naturaleza y desde las esferas inferiores se abre paso un indicio de vida. Si sentís un cosquilleo por todo vuestro cuerpo y, estando en un lugar concreto, os sobreviene la inquietud, cavad y removed la tierra con decisión. Allá donde está el juglar, está el tesoro.
MURMULLO
Siento en los pies un peso de plomo... Tengo un calambre en el brazo... Eso es gota... Tengo un hormigueo en el pulgar... Me duele toda la espalda... Según estas señales, seguro que aquí está la más rica reserva de tesoros.
EMPERADOR
Entonces, ¡adelante! No vuelvas a escaparte. Pon aprueba tus cuentos y mentiras. Voy a dejar a un lado la espada y el cetro y, si no mientes, yo mismo acabaré este trabajo con mis nobles manos. Pero si mientes, te arrojaré al infierno.
MEFISTÓFELES
En todo caso ya sabría yo encontrar el camino... Pero no soy capaz de decir todo lo que hay aquí sin dueño y a la espera de uno. El labrador, abriendo surcos con su arado, saca un caldero de oro y buscando salitre en las paredes llenas de barro, encuentra, con alegría temblorosa, oro entre sus manos. ¡Cuántos sótanos hay que abrir! ¡En qué enorme cantidad de pasadizos y cavernas ha de penetrar el entendido en tesoros hasta llegar a la cercanía de los infiernos! En amplias cámaras subterráneas encontrará apilados en filas, grandes copas, bandejas y platos de oro. Encontrará también copas con rubíes engastados y, si quiere beber con ellas, encontrará a su lado vinos antiquísimos. Pero, si hay que creer al entendido, se pudrió la madera de las duelas y fue el tártaro del vino el que rehízo el tonel. Las esencias de tales nobles vinos, que acompañan al oro y las joyas, están sumidas en la noche y el horror. Aquí el sabio investiga infatigablemente. Lo que se conoce de día es una broma. Los misterios habitan en la oscuridad.
EMPERADOR
Te la dejo a ti. ¿De qué sirven las tinieblas? Si algo tiene valor ha de salir a la luz. ¿Quién es capaz de reconocer al pícaro en la profunda noche? Entonces todas las vacas son negras y todos los gatos pardos ¡Hinca tú el arado y saca a la superficie todos esos pucheros llenos de oro!
MEFISTÓFELES
Coge la pala y el azadón y cava tú mismo. Te hará bien el trabajo de campesino, y un rebaño de becerros de oro saldrá del suelo. Entonces, sin vacilar y alegre, podrás adornarte tú mismo y adornar a tu amada. El brillo del oro y de las piedras preciosas enaltece la belleza y la majestad.
EMPERADOR
Pues, adelante, ¡ya estoy impaciente!
ASTRÓLOGO (Igual que antes.)
Señor, modera esa perentoria codicia. ¡Deja que pasen las alegres fiestas! La mente distraída no nos permite alcanzar meta alguna. Primero hemos de moderarnos para, con lo que hagamos aquí arriba, merecernos lo que hay allí abajo.
EMPERADOR
¡Pase, pues, este tiempo en regocijo! Y llegue el deseado Miércoles de Ceniza, después que festejemos con más júbilo aún el loco carnaval.

(Trompetas. Exeunt.)

MEFISTÓFELES
Estos idiotas nunca entenderán cómo van encadenados méritos y suerte. Si tuvieran la piedra filosofal, a la piedra le faltaría el filósofo.

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